Al principio, el principal propósito de la arquitectura era básicamente la de darnos cobijo. Pero hoy en día sus objetivos han devenido mucho más complejos y ambiciosos en lo que se refiere a las necesidades humanas y de éstas con su entorno.
La arquitectura también puede participar activamente en la generación de entornos más limpios, eficientes e inteligentes.
Construir con materiales inocuos
que no produzcan emisiones va a contribuir a reducir la huella de carbono. También debemos tener en cuenta en el diseño las últimas tecnologías de la comunicación y de la información con capacidad de mejorar la creación de entornos más adaptables y compatibles con las nuevas formas de habitar.
Y por último, pero no menos, tenemos a nuestro alcance la oportunidad de producir emociones a través de la construcción de una arquitectura cargada de significado.
Si hay algo que caracteriza a la vida es la posibilidad de sentir emociones. Y es que éstas juegan, sin duda, un papel decisivo en nuestra vida, es su energía la que nos activa y nos hace disfrutar de ella.
En este contexto, nuestro objetivo es crear una arquitectura que puede hacer nuestras vidas más agradables y placenteras permitiéndonos disfrutar de nuestro estar en el mundo y de mantener o mejorar nuestros entornos.